Cada avance científico y desarrollo técnico soluciona
problemas, pero trae otros.
Algunos son consecuencias no deseadas sobre la realidad
existente –por ejemplo, la polución ambiental generada por la revolución
industrial, que permitió el salto gigantesco de la humanidad en los últimos
tres siglos, pero inauguró el cambio climático, la polución ambiental y la
disminución de la diversidad biológica. Otros, son problemas vinculados a los
nuevos desarrollos “en sí”. Tal es el caso de los “hackers” en las redes
informáticas.
La Internet de las Cosas trae consigo enormes avances en la
calidad de vida real y potencial de millones de personas, al liberarlas de
rutinas y compromisos transferidas a la decisión de sistemas de inteligencia
artificial. Sin embargo, crea nuevos espacios de vulnerabilidad que requieren
mayores aplicaciones para preverlos y neutralizarlos.
En los últimos tiempos dos clases de “hackeos” han llegado a
las noticias: el del control de ciertos artefactos médicos implantados en las
personas para compensar deficiencias funcionales –por ejemplo, marcapasos
cardíacos de última generación diseñados para ser “puestos a punto” y
controlados con sistemas informáticos externos, vulnerables a ataques
malintencionados- y el de la última novedad que está avanzando a pasos
agigantados en el transporte individual por automóviles, el de la conducción
automatizada.
La “conducción sin conductor” utiliza poderosos sistemas de
sensores externos para testear el entorno inmediato del vehículo, y el sistema
global de posicionamiento (GPS) para decidir las rutas. Estas informaciones,
junto a las recibidas por la infinidad de sistemas de control del propio
vehículo –estado del motor, frenos, luces, giros, dirección, etc.- determinan
las acciones ordenadas a los controles del vehículo –aceleración y frenado, giros,
marchas, velocidad, etc- por parte de la computadora del automóvil.
La computadora centralizada de los vehículos debe tomar
contacto con información externa –la típica es la del GPS- y esto abre una
puerta de entrada al “hackeo”, que puede ser facilitada por la instalación de
software “pirata” en forma clandestina, permitiendo a terceros tomar el control
del vehículo sin la instrucción de sus ocupantes o conductores.
Dos “hackers” dedicados a la investigación de seguridad de
sistemas –Kevin Mahaffey y Marc Rogers- han informado sobre seis técnicas detectadas
en el vehículo de la fábrica TESLA modelo “S”, que permiten tomar el control
del vehículo desde un teléfono celular. Ya se han diseñado y aplicado los “parches”,
que sin embargo adelantan uno de los nuevos grandes problemas para la revolucionaria
novedad de los vehículos antoconducidos.
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