El reemplazo de un rango cada vez mayor de actividades
laborales por sistemas informatizados conducidos por Inteligencia Artificial
está llegando a las rutas. Se ha anunciado en EEUU la aplicación experimental de
los sistemas de “auto-conducción” a los camiones que realizan trayectos
extensos, lo que pone en cuestión una de las profesiones mejor remuneradas en
el área de los servicios: la de los camioneros.
Ésta, sin embargo, es una más de la infinidad de tareas que
están siendo paulatinamente reemplazadas por “mano de obra” robotizada. No se
trata ya, en efecto, de las tareas industriales repetitivas que requerían alta
precisión, como ciertas etapas del armado de automóviles, o de los circuitos
electrónicos. Ya son tareas de oficina, atención de negocios, comercio virtual,
entretenimientos, y hasta servicios religiosos, relatos motivacionales,
entrenamiento físico, y mucho más. Hasta actividades que requieren un monitoreo
humano cercano, como las médicas, son afectadas por sistemas de diagnóstico
computarizados que “leen” análisis químicos, placas radiológicas o realizan
informes de Resonancias Magnéticas Nucleares con más precisión que las
efectuadas por los técnicos. En Japón están aplicando ya Robots para reemplazar
a docentes. No sólo puede no haber más camioneros, sino muchos menos médicos, secretarias, empleados de comercio, obreros fabriles, y hasta maestros.
Como lo analizo en mi libro “El futuro nos alcanza” la
tendencia a la erradicación del trabajo humano requiere medidas de políticas
públicas que atenúen la transición, tanto con el entrenamiento hacia nuevos
servicios propios del mundo “posmoderno”, como mediante la redistribución del
trabajo humano “residual” entre mayor cantidad de personas –vía reducción de la
jornada de trabajo-, hasta el diseño de sistemas distribución de ingreso –sea a
través de servicios públicos subsidiados hasta un “piso de dignidad”, o de
sistemas de ingreso universal positivo o “negativo” como ha propuesto el propio
Milton Friedman, poco sospechado de desviaciones izquierdizantes. No hacerlo no
será gratis: desaparecerán los consumidores, ya que no existirán –llevando el
proceso al extremo- personas que consuman los servicios informatizados, porque
no tendrán con qué abonarlos. La crisis económica estructural será inexorable.
Un argumento escuchado a menudo para tranquilizar a quienes
se preocupan es que el avance económico siempre ha sido así. Cada etapa
tecnológica “destruye” empleos que, sin embargo, son reemplazados “naturalmente”
por los nuevos que se crean. Sin embargo, la revolución tecnológica que estamos
protagonizando hoy tiene una característica que no se daba en tiempos
históricos: su rapidez. Ello produce que exista un fuerte desfasaje temporal entre
la desaparición de las actividades que desaparecen y la aparición de nuevas,
con sus respectivos “adiestramientos”, en el personal desplazado. En otras
palabras: el cambio no se da en dos o tres generaciones, como durante la
Revolución Industrial, sino en dos o tres años. El drama llega de golpe.
En el fondo de las crisis económicas actuales está este
fenómeno, instalado no sólo en las economías desarrolladas sino en aquellas en
desarrollo que incorporan avances tecnológicos de punta, como la propia
economía china.
La política, como acción colectiva apoyada en la reflexión y
decisión humanas, tiene un urgente capítulo de agenda. Ignorarlo la condena a
su disfuncionalidad. No será parte de la solución, sino del problema.
Link fuente: www.bbc.com/future/story/20150805-will-machines-eventually-take-on-every-job?ocid=global_future_rss
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