Entre los singulares avances que la investigación espacial produjo como derivados utilizables por la población civil en su vida cotidiana, uno de los de mayor trascendencia en la actualidad y muchísimo más hacia el futuro es el de la captación de la energía solar y su conversión en energía eléctrica.
El descubrimiento de esta posibilidad no es nuevo. Se remonta, en realidad, a mediados de la década de 1950, aunque con una particularidad -normal en ese tiempo de descubrimientos científicos y avances tecnológicos que parecían futuristas y de hecho lo eran-: la dimensión y el costo eran enormes comparados con los requeridos por los métodos convencionales en esos años para lograr los mismos resultados.
El desarrollo de la “conquista del espacio” ayudaría a un proceso que -al igual que con el procesamiento de información y la computación- tendría como constante su miniaturización y su optimización de resultados. Los vehículos espaciales no tenían ni lugar ni admitían costos infinitos.
El diseño y construcción de los módulos para satélites comenzaría un proceso que aún hoy continúa. Lo que en 1950 se conseguía con instalaciones del tamaño de una fábrica y a costo de millones de dólares -apenas un vatio de energía utilizable generada por la captación de la energía solar- a fines de la década del 2020 se logra con un panel con un conjunto de celdas solares que pueden ubicarse sobre el techo de una casa, en un patio o en un terreno.
Pero fue en las últimas dos décadas que comenzó a utilizarse como fuente renovable de energía de uso cotidiano, compitiendo con las energías fósiles -carbón, petróleo, gas- cuyos efectos en la atmósfera comenzaron a advertirse como definitivamente negativas y de peores perspectivas a medida que se profundizara su quema.
La adopción de políticas públicas destinadas a erradicar los combustibles fósiles y a reemplazarlos por fuentes primarias renovables serían el segundo impulso, aún superando las limitaciones geográficas y de consumo que son inherentes a la urbanización y la civilización industrial.
En la tierra hay zonas óptimas y zonas que no lo son tanto y similar descoordinación se da entre los horarios de optima generación y los de mayor consumo. Esto se nota incluso en los países que -como Alemania- han sido pioneros en la generación de energía solar al punto de haberla convertido ya en la fuente primaria de más de un tercio del total de su generación eléctrica nacional.
Evolución del costo de la energía solar
A pesar de estos obstáculos, la energía solar ha crecido exponencialmente y la escala ha derivado en una espectacular reducción de sus costos. La “curva de aprendizaje” -es decir, el conocimiento incremental para la optimización del proceso, debido a su creciente masificación- haría el resto. Hoy la energía solar tiene costos inferiores a los de la generación de energía de fuentes tradicionales.
Ello no sólo deviene de mejores materiales, mejores tecnologías, mejores diseños y optimización de equipos, sino de la circunstancia que en el costo final no golpea la necesidad -y la incertidumbre- de ningún insumo básico, como lo es el petróleo o el gas para las usinas térmicas, o el procesamiento de los desechos radioactivos para las usinas nucleares. Su costo es lo que cuesta la instalación, que como está dicho, se reduce progresivamente al compás de su mayor demanda. Una vez construidas, funcionan con un insumo que es gratis: el sol. Su único costo adicional de funcionamiento es el mantenimiento, que no es tampoco ni costoso ni dificultoso.
Desde 2009 a 2019 el costo de la electricidad de las nuevas plantas de energía solar cayó al punto de resultar la energía generada más barata que la originada en el carbón y en el gas. A pesar de la fluctuación -en muchos casos, a la baja- del precio del petróleo y del gas, nunca puede llegar a cero, como es el insumo de las plantas solares y aún de las eólicas.
La reducción de costo se traduce en una reacción natural del mercado: su adopción por parte de los tradicionales operadores de la energía -a pesar de sus originarias resistencias-, lo que ha llevado al notable porcentaje de crecimiento de las plantas solares. En la actualidad, más del 70 % de toda la capacidad de energía agregada en el mundo lo ha sido de fuentes renovables, y se calcula que a partir del 2020 lo será el 90 %.
Y es explicable. La reducción del precio de la energía solar ha alcanzado en esta década la espectacular tasa del 89 %.
Esta tendencia es una buena noticia para el ambiente, por la escasa o nula contaminación inherente a las fuentes renovables, aún con la salvedad -que es necesario tener en cuenta- que muy difícilmente puedan reemplazar el 100 % del parque eléctrico, por las dificultades mencionadas de la asincronía entre generación y uso. No obstante, también es oportuno destacar que la tecnología de baterías está teniendo un avance paradigmático -impulsada por la necesidad de almacenamiento de las grandes granjas solares y eólicas a fin de neutralizar la asincronía entre generación y consumo- y por la masificación -que se prevée- del uso de energía eléctrica para el impulso de vehículos automotores, tendencia creciente que sin dudas marcará una nueva etapa para los automóviles a partir de la década que se inicia.
Ricardo Lafferriere
Fuente de divulgación: Jason Dorriere, en "SingularityHub", https://singularityhub.com/2020/12/13/why-the-price-of-new-solar-electricity-fell-an-incredible-89-in-the-last-decade/
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