Primero fue experimentar con células embrionarias de ratones, cultivándolas artificialmente.
Los experimentos dieron resultados.
Luego una imbricación de células embrionarias de ratones con células humanas de piel, estimuladas previamente para desarrollarse como células “madre” nerviosas.
También fueron exitosos.
Ahora, directamente las experiencias cultivan células humanas, en una dimensión pequeña.
Y los resultados fueron más que sorprendentes.
¿De qué se trata?
Los “organoides cerebrales” son mini-cerebros, resultado de un auto-ensamblaje de dos clases de células nerviosas humanas cultivadas en la misma “sopa” de nutrientes.
Células nerviosas, propias del cerebro. Células especializadas de médula espinal. Hasta aquí, los “organoides”. Pero ahora se ha agregado la novedad: la imbricación de los “organoides” con células musculares. Y la formación de los “ensambloides”, conjuntos rudimentarios pero vivos de células cerebrales, cédulas de la médula espinal y células musculares.
Los tres grupos celulares fueron cultivados en forma independiente e introducidos en la misma sopa de nutrientes para analizar su eventual reacción.
La sorpresa del equipo investigador fue grande, aunque no inesperado -ya que el resultado era, justamente, lo que buscaban-: los tres grupos de células buscaron unirse naturalmente y desarrollaron conexiones identicas a las que se forman en el cuerpo entre las células que, desde el cerebro, ordenan movimientos musculares, las que a través de la médula espinal trasladan esas “órdenes” a los músculos y por último las que “obedecen” esas órdenes al recibirlas.
Pequeños cerebros -por supuesto, sin “conciencia”- que emulan el funcionamiento real de las conexiones que existen en el cuerpo humano y que, según sus investigadores, ayudará en la comprensión y tratamiento de enfermedades hasta ahora muy difíciles de tratar, como el parkinson y el autismo y la esquizofrenia, entre otras.
El estadio más avanzado -en el que se encuentra ahora mismo la investigación- es emular las diferentes partes del cerebro desarrollando células especializadas en las diferentes funciones cerebrales.
El equipo, liderado por la Dra. Madeleine Lancaster, en la Universidad de Cambridge, es singularmente optimista al comprobar el resultado de sus investigaciones. Los legos nos preguntamos, al ver esos pequeños y toscos “¿seres?” moviéndose y actuando como un tejido vivo, cuál es el límite.
Y a la vez que asombrarnos por el poder de la ciencia, no podemos negar una rara sensación de estar en el borde de logros que pueden tornarse inmanejables y derivar hacia objetivos alejados de la base ética de la condición humana.
La que, por otra parte, se hace cada vez más difusa al enfrentar por un lado el límite de la biología que parece con poder para fabricar diversas formas de vida con elementos humanos y por el otro la imbricación del poder computacional miniaturizado con el propio cerebro uniendo los circuitos neurales a los circuitos cibernéticos, al que nos hemos referido en otras oportunidades.
En ambos casos, las potencialidades beneficiosas para la humanidad son inimaginables.
Y en ambos casos, las posibilidades de uso diabólicamente peligrosas también.
Ricardo Lafferriere
Fuente científica: Artículo en "Nature"
Fuente de divulgación: Artículo de Shelly Xuelai Fan en SingularityHub
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